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¿Espíritu o espíritu? en Gen. 1,2

Sacando los tesoros que la teología entierra

Luis A. Rivera Rosario, Ph. D.
luis.rivera90@upr.edu // takardia@hotmail.com
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Desde el saque, dejemos diáfanamente claro que en este artículo no pretendo hablar en perjuicio del dogma trinitario, espina dorsal de la Iglesia Cristiana, sino plasmar para los que disfrutan estudiar la Biblia, que la hermenéutica del siglo XXI va más allá de la prosa y la poesía, de los géneros literarios, de figuras retóricas y paralelismos hebreos, y ha de considerar como puntal de referencia la historia, cultura y vida social de los pueblos circunvecinos y los no tantos, con sus vivencias, costumbres, rituales, religiosidad, mitos y leyendas. Si nos acercamos a las Escrituras con las herramientas precisas podremos hacer un trabajo interpretativo preciso.
¿Qué tendrían en común un católico, un evangélico tradicional y un pentecostal? Si les preguntáramos a qué se refiere la palabra “Espíritu” en Génesis 1,2, contestarían al unísono “al Espíritu Santo”. ¿Por qué? Primero, porque las traducciones, en sus esfuerzos teológicos, se han encargado de que todo el que lea entienda lo que ellas quieren proyectar. Eso lo logran escribiendo la palabra con mayúscula. Segundo, las tres vertientes cristianas siempre han considerado la Biblia como la Palabra inspirada de Dios. O sea, los cristianos han recibido la enseñanza que por tradición siempre se ha sostenido, que los autores escribieron bajo inspiración; y esa inspiración, a la que se le puede dar por lo menos cinco o seis significados distintos, por lo general se eleva a su máxima expresión en la mente de los creyentes, quedando impregnada en las mentes la idea de inerrancia, toda vez que Dios es el autor. Esa concepción de inspiración hace que el sustantivo (Espíritu) y su adjetivo (Santo) conformen un nombre con una carga teológica impresionante. Tercero, y como corolario de lo anterior, la Biblia se ha visto en su forma canónica y como parte esencial de la Revelación de Dios; y de hecho, es una de las maneras legítimas de abordar las Escrituras. Así, retomando la pregunta de origen, los cristianos vemos la mención del “Espíritu” en Génesis 1,2, refiriéndose al Espíritu Santo como el tercer componente de la Trinidad.
Pero, ¿en realidad se refiere a la Tercera Persona de la Trinidad? Sí, si solo lo vemos con el prisma de la tradición eclesiástica y las inclinaciones teológicas de los traductores. Pero lo fascinante de esto es que las mismas traducciones exhiben otras posibilidades. Veamos cómo diferentes Biblias traducen el término.
Desde la corriente católica podemos citar dos de sus principales Biblias: La Biblia de Jerusalén y La Biblia Nacar-Colunga, las cuales tienen una traducción muy interesante.

Biblia de Jerusalén (1975):     “….y un viento de Dios aleteaba por encima de las aguas”.
Biblia Nacar-Colunga (1976): “….pero el espíritu de Dios se cernía sobre la superficie de las aguas”.

Para el mundo protestante la Biblia Reina-Valera es la más apreciada y valorada, especialmente la revisión del 1960. ¿Qué pensarían los amantes de la Reina-Valera, que están acostumbrados a leer Génesis 1, siempre con la palabra Espíritu en mayúscula y, obviamente, pensando en el tercer miembro de la Trinidad, si en revisiones posteriores se traduce “espíritu” con minúscula, abriendo el espacio a que el término se interprete de otra manera?
Miremos y sigamos el rastro de la Biblia Reina-Valera, en Génesis 1,2(b), en relación a la palabra "Espíritu". Acentuemos que la interpretación teológica y tradicional es que se refiere al "Espíritu Santo", Tercera Persona de la Trinidad.

Reina-Valera (1909):                    "....y el Espíritu de Dios se movía..............".
Reina-Valera (1960):                    "....y el Espíritu de Dios se movía..............".
Reina-Valera (1977):                    "....y el Espíritu de Dios se movía..............".
Reina-Valera (1995):                   "....y el espíritu de Dios se movía............".
Reina-Valera Contemporánea: "....y el espíritu de Dios se movía............".

Hay otra Biblia bien estimada en el mundo evangélico por su lenguaje ameno y moderno que traduce igualmente: Biblia Dios Habla Hoy:

 “…. y el espíritu de Dios se movía………..”.

Ante estos datos, ¿qué vamos a hacer? Obviamente, la suspicacia se activa y podemos darnos cuenta de que detrás de las traducciones hay posibilidades reales de análisis que llevan a los traductores a usar “espíritu” y no “Espíritu”. Hay razones de peso para traducir “espíritu” con minúscula. Traducir con letra capital con la presunción de que hace referencia a un miembro de la Trinidad, no tiene justificación de peso en términos lingüísticos, histórico-culturales  ni contextuales, excepto que sea por motivaciones teológicas.
El dato irrebatible de que la Biblia Reina-Valera, en sus últimas revisiones, al igual que otras Biblias, traduzca la palabra en minúscula, debería ser un elemento convincente de que, ciertamente, no tenemos que circunscribirnos a una sola idea y podemos quitarnos las anteojeras equinas que nos impiden una visión amplia.
Hay un segundo aspecto, el lingüístico, que puede ayudar a comprender por qué los comités que hacen las revisiones optan por la traducción “espíritu”. En el texto original hebreo la palabra que se traduce “Espíritu” o “espíritu” es la palabra ר֣וּחַ (rȗah).  Este término aparece 378 veces en el AT,  y en todos los períodos del hebreo bíblico, además tiene parientes morfológicos (cognados) en ugarítico y arameo.[1] En hebreo no se hace la distinción si la palabra empieza con letra capital o no, como hacen las traducciones. Esto mismo ocurre con la Septuaginta, la traducción griega del texto hebreo, que traduce el vocablo hebreo con el término griego “πνεῦμα” (espíritu), y no hay capitalización alguna de la palabra.
El problema que hace difícil trabajar esta palabra (rȗah) es su multiplicidad de significados. Su significado raíz es “aire”, pero de aquí adquiere diversas acepciones dependiendo del contexto. Puede significar aire, brisa, aliento, viento, fuerza y espíritu, entre otras. Se aplica a seres humanos, al reino animal, a las fuerzas atmosféricas, y en el plano no tangible, a seres espirituales y a Dios.
Su uso especial y distintivo es cuando se emplea en relación a Dios. La literatura hebrea contextualiza esta relación dinámica en que Dios habla y actúa en o por su espíritu; asimismo, el espíritu actúa por los mismos atributos de Dios, lo que eventualmente se aprecia como una especie de personificación, recurso literario común en las escrituras hebreas. Lo mismo ocurre con el concepto de Sabiduría que persistió siglos en la literatura hebrea alcanzando un clímax de identidad propia.[2] Esto es cónsono y está íntimamente relacionado con un tercer aspecto, la concepción hebrea.
La concepción hebrea de “espíritu” no guarda relación alguna con las ideas que se desarrollaron en la Iglesia primitiva después de los apóstoles. En las Escrituras hebreas o Antiguo Testamento no existe el concepto de una primera, segunda o tercera persona de una Trinidad. Por lo tanto, cuando encontramos referencias al “espíritu”, con letra inicial capital o no, y en relación directa a Dios, debemos buscar su  alcance, extensión, valor y fuerza, no en las enseñanzas y dogmas de la Iglesia Cristiana, sino en el marco de la literatura hebrea.
Tocando el tema en breves pinceladas, hay que distinguir épocas y épocas en el judaísmo. En una etapa primitiva la concepción del Espíritu era algo como un fluido o energía que salía de Yahweh y se hacía accesible al hombre; inspiraba, llenaba y podía ser pasado de persona a persona.[3] Era Dios, pero como actuante hacia fuera de él mismo, es decir, Dios pero como aire y fuerza divina y sutil hacia fuera. Desde el siglo III AC, con la llegada de Grecia, llegó el helenismo y el pensamiento griego con toda su cultura y corrientes filosóficas, e impactó en sobremanera al pueblo judío. La concepción del Espíritu se fue refinando. Ese aire, esa fuerza, va adquiriendo personalidad propia, se personifica en la mente hebrea. Es Dios,  pero como si tuviera una mano derecha especializada para actuar y controlar el universo y los asuntos del mundo. Es lo mismo que ocurrió con el concepto de Sabiduría. La Sabiduría es eterna, creadora; alaba, aconseja, exhorta y reprende; capacita y dirige, da inteligencia y sabiduría. Así es con el Espíritu. Es Dios como espíritu/viento silencioso, actuante y animante.
De aquí que, tomando en consideración la traducción que hacen muchas versiones de las Escrituras, el aspecto lingüístico y la concepción hebrea, podemos decir con certeza, que la forma correcta de leer el segundo versículo del primer capítulo del Génesis es “espíritu”. Se podría capitalizar la palabra “Espíritu” cuando se entiende personificación, como se hace con el vocablo “Sabiduría”, pero no es conveniente por causa de la confusión que puede generar. Lo importante es apuntalar que la referencia en esos primeros versos de Génesis no es a un Espíritu como Deidad y parte de la Trinidad cristiana,  sino a una personificación de la fuerza, poder, energía y acción de Dios en su interés e interacción con el pueblo hebreo como centro de los demás pueblos.
Sobre la base de esta exégesis podemos entender y ver con claridad porqué la Biblia de Jerusalén (1975) traduce ר֣וּחַ (rȗah) como “viento”.[4] De acuerdo a los escritores/editores del Pentateuco vemos la acción de Elohim moviéndose sobre la superficie de las aguas, o sea, un poderoso viento de Elohim, su fuerza y poder, su espíritu, se movía por la superficie de las aguas, o sea,  Dios mismo.
La palabra que se traduce “movía” es interesante. Es el verbo רָחַף (rachaph), y significa literalmente “revolotear”, “aletear”, y describe al ave que revolotea, se agita o sacude sus alas cuando empolla sus huevos. Por eso la Biblia de Jerusalén traduce “aleteaba”. Es una figura hermosa que imagina al Creador en su espíritu y poder sin igual dando calor y vida a la creación como el ave a su nido.

Bibliografía
  1. Mounce, William D., gen. ed. Mounce’s Complete Expository Dictionary of Old and New Testament Words. Grand Rapids: Zondervan, 2006.
  2. Neusner, Jacob, Scott Green, William, eds. Dictionary of Judaism in the Biblical Period. Peabody: Hendrickson Publishers, Inc., 1996.
  3. Unger, Merrill F., White, William, Jr., eds. Nelson’s Expository Dictionary of the Old Testament. Nashville: Thomas Nelson Publishers, 1980.
[1] Merrill F. Unger y William White, Jr., eds., Nelson’s Expository Dictionary of the Old Testament (Nashville: Thomas Nelson Publishers, 1980), 393.
[2] Proverbios 8.
[3] Números 11,17; 2 Reyes 2,9.
[4] La Revised Standard Versión (RSV), en nota al margen sugiere: “wind” (viento); New Revised Standard Version (Versión anglicana), traduce “wind” (viento); New Revised Standard Version (Versión católica), traduce “wind” (viento); New American Bible (Version revisada) traduce “mighty wind” (viento poderoso); Biblia La Palabra Hispanoamérica (BLPH) traduce “viento tempestuoso”.

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